Hace mucho tiempo leí este "arti-culillo" vomitado
por el crítico estadounidense Harold Bloom. El problema con este folletín es
todo el veneno que transpira. Bloom destaca que los nuevos novelistas como
Danielle Steel, J. K. Rowling o Stephen King son un daño severo para la
cultura. Tal vez el señor Bloom no se ha percatado de los tiempos que corren.
Así como Bloom y Chomsky, dos críticos que valga decir no
respeto, se han empecinado en convertir los clásicos de la literatura en la
panacea de lo que debe considerarse buena narrativa.
Pienso que no existe nada más terrible en la narrativa que
aquella prosa estancada, que no logra superar su propio tiempo, es decir, el
suyo, el de su propia vanguardia. ¿Qué tal si todos escribiéramos como
Cervantes una novela como Cien años de soledad? Suena ridículo. Toda la
literatura (cualquiera que sea su manifestación), no muere; vive y respira bajo
otros signos.
Declarar que las novelas de Cormac McCathey (narrador por el
cual siento una profunda admiración) son el equivalente a las novelas de Herman
Melville, rechinan en mi cabeza como rasguñar la superficie de un pizarrón.
Cada quien vive otros tiempos, su experiencia lectora es distinta y, por ende,
su narración será distinta.
Admito que mucho de lo que se escribe en la actualidad no
posee la trascendencia literaria que pueda tener un clásico. En verdad un libro
es un clásico cuando logra superar todos los tiempos. Si se lee a Charles
Dickens en el siglo XX y todo el XXI y más allá, seguirá siendo tan
contemporáneo como cualquier novela que se escriba en el presente. Pero
despotricar contra los libros de Stephen King, por lo menos, resulta poco
gratificante.
En muchas ocasiones he pensado que los mismos críticos
academicistas no han leído las obras de Stephen King. Se niegan a leerlas.
Estoy seguro que King no quiere compararse con Edgar Allan Poe. Nada más
alejado de la realidad. Por lo tanto, las palabras de Bloom en cuanto a ese
punto son obtusas. Stephen King vive su contemporaneidad con los suyos.
A los críticos siempre los he visto como envidiosos de la
literatura, incapaces de entrar en el terreno de la ficción. Por tanto, Bloom
debe entender que existe, como en la historia de El viejo que leía novelas de
amor, un río por el que se arrastran muchas cosas, nada parece mantenerse, todo
fluye y se degrada, renace otra y más adelante muere. Cada narración se adecua
a su tiempo. Sin mencionar el estilo de cada autor, que ya sería un tema
bastante más amplio y escurridizo.
Para leer el referido artículo de Harold Bloom aquí.
Muy interesante. Gracias por compartir la opinión y el enlace.
ResponderEliminarUn saludo