Envoltorio

  • 0
La palabra no tiene un código de barra que se limita al significado. La palabra se hace y re-hace a través de nuestras manos. Es un pasaporte para viajar a otras dimensiones, rasgando las paredes, agrietando la musa, sacudiendo la botella, entre gritos, maullidos y confusa prosa de relamidos poéticos.

Soy la construcción desde la imaginación para la imaginación. Y sigo descalzo y desnudo ante los mundos en los que leo tus ojos y se unen a los míos, como los sueños también se unen con el día, y las noches con nuestros recuerdos, en un círculo sin principio ni final.

No, no somos capaces de vernos, pero sí sentirnos al con-tacto de la piel. Ajá... ¿y? Las palabras son el lenguaje de nuestras pieles ardiendo, erizándonos, sucumbiendo ante el delirium de la paranoia de versos y prosas con "sentidos sin-razón"...


Despierto en ti la caricia que robó todo las voces. Enmudecida, intentas expresar con caricias lo que tu boca anhela despedir en un grito. Te refugias en mis brazos, duermes, y en tus sueños descubres al tiempo, escabulléndose, corriendo tras el amanecer. Abres tus ojos. Continúa el abrazo de otro tiempo, ayer, sempiterno, enredado entre las sábanas deshechas, con tantas arrugas como la arena. Un breve aliento de lluvia se escurre por las hendijas de las ventanas y remueve las cortinas. Vuelves en ti. Vuelves en mí. La caricia ahora devuelve una voz que se desprende de mis labios en un “te amo” infinito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario.